Puede sonar muy lejano y hasta antiguo aquello de los matrimonios concertados, pero independientemente de que sigan ocurriendo más de lo que nos imaginamos (en otras culturas pero también en nuestra sociedad), no tiene por qué resultar tan evidente que quién está eligiendo la pareja no es uno mismo.
Puede tratarse de una idea que tengamos en la cabeza, creada a base de los mensajes que se han podido recibir a lo largo de los años, de cómo tiene que ser esa persona con la que he de acabar. Y cuando te encuentras con alguien que te gusta, que te atrae y que tú elegirías, pero que no encaja con ese patrón preestablecido, se deja marchar simplemente porque no es como debería ser la persona perfecta.
¿Es esto un error? En parte sí, porque podría decirse que no se es fiel a lo que se quiere o desea en ese momento. Sin embargo, esos mensajes recibidos también forman nuestra personalidad y nuestra forma de ser, de modo que quizá no solo se trata de mensajes recibidos desde fuera, sino de un pensamiento que ya se ha adquirido como propio.

Este nudo, a veces es literal: un nudo en la garganta que no podemos deshacer; un nudo en el estómago que nos corta el apetito; un nudo en la cabeza que nos duele y nos aprieta. Porque a veces el cuerpo se da cuenta antes que nadie de que algo pasa y habla de nuestra parte. Y aunque sea difícil, hemos de escucharlo para saber cuál es el siguiente paso... El cual, en ocasiones, puede ser pedir ayuda a otros para deshacerlo.
“El comer y el casar han de ser a gusto propio, y no a voluntad ajena”.Miguel de Cervantes (1547-1616), autor español