lunes, 2 de marzo de 2015

"El amor significa no tener que decir nunca 'lo siento'."

   Error. Si acaso, el amor significa decir lo siento con más frecuencia que en las relaciones en las que no hay ningún tipo de afecto o cariño. Y si somos capaces de disculparnos casi instintivamente cuando damos un codazo a nuestro compañero de autobús, ¿por qué no sabemos disculparnos con quienes más nos quieren?
  Hay un factor en una disculpa del que no siempre somos plenamente conscientes, por qué me disculpo. Recordemos por ejemplo las disculpas cuando éramos pequeños: nuestros padres o profesores nos hacían disculparnos cuando habíamos hecho algo mal, pero no nos quedaba muy claro el porqué: “yo quería empujar a Fulanito y le he empujado”.
  Lo peor es que al aprender de esa manera, nos hemos quedado con el sentimiento de que la disculpa es sinónimo de arrepentimiento y, en realidad, hay veces en que lo que he hecho ha sido intencionado (pero no sus consecuencias). Cuando somos adultos no buscamos hacer daño a la persona con la que compartimos nuestra vida, pero un error nuestro sí puede hacerles sentir mal de forma indirecta.
  Por eso, lo que debemos hacer es ponerle “apellido” al perdón. ¿Qué es realmente lo que quisiera haber evitado?
  Tomemos el ejemplo de la película que da título a la entrada de hoy: Love Story

 (Arthur Hiller, 1970). En determinado momento de la película, los protagonistas (tremendamente enamorados) discuten, lo que acaba con ella yéndose de casa. Él sale a buscarla, pero mientras, ella ya ha regresado. Cuando él vuelve a casa, se la encuentra en la entrada pasando frío porque había salido sin llaves ni abrigo. Y ante la disculpa de él, ella responde con la frase citada, “El amor significa no tener que decir nunca lo siento”. Pero como decía, hay algo por lo que sí debería haberse disculpado; y no es por tener una opinión distinta cuando discutían, no se trata de pedirle perdón por ir a buscarla, ni de responsabilizarse con la disculpa de que hubiera salido sin llaves y sin abrigar. Se trata simple y llanamente de pedir perdón por las consecuencias que no esperaba.
  Hoy en día, con tantas formas de comunicarnos y de localizarnos, que se diera una situación similar sería verdaderamente complicado (una llamada o un WhatsApp y todo solucionado), pero seguro que hay situaciones en que hay un malentendido. Por ejemplo, puede surgir un conflicto entre nosotros y empezamos a hablarnos mal; cuando me disculpe, no pediré perdón por pensar de manera distinta, pero sí que podría disculparme por haber elevado el tono o haberme acercado a faltas de respeto hacia mi pareja.
  Así que, claro que podemos (y debemos) disculparnos, porque esa disculpa no es una pérdida de orgullo ni de razón que me perjudique; más bien al contrario, valida al otro y sus sentimientos de disgusto o contrariedad y le hace sentir más querido, de manera que nuestra relación puede incluso mejorar. 

  Recuerda: pide perdón por aquello que no pretendías o que te salió sin querer. Y espera que la otra persona lo entienda y acepte, porque tampoco será necesario repetirlo más de una vez: no vamos a poder cambiar el presente por muchas veces que lo digamos.

“Nunca te disculpes por aquello que sientes. Sería como disculparte por ser real”.
Anónimo