viernes, 4 de noviembre de 2016

Con quien quiero y porque quiero

  ¿Gustará a mi familia? No tiene los mismos gustos que mi grupo de amistades, quizá no encajemos. ¿Y si no cae bien a otras personas importantes en mi vida? Debería decantarme por la persona que me presentaron hace un tiempo... Hay ocasiones en que "lo que digan los demás" cobra un especial peso dentro de la vida de una persona. Y en la elección de pareja, también ocurre con frecuencia.

  Puede sonar muy lejano y hasta antiguo aquello de los matrimonios concertados, pero independientemente de que sigan ocurriendo más de lo que nos imaginamos (en otras culturas pero también en nuestra sociedad), no tiene por qué resultar tan evidente que quién está eligiendo la pareja no es uno mismo.

  Puede tratarse de una idea que tengamos en la cabeza, creada a base de los mensajes que se han podido recibir a lo largo de los años, de cómo tiene que ser esa persona con la que he de acabar. Y cuando te encuentras con alguien que te gusta, que te atrae y que tú elegirías, pero que no encaja con ese patrón preestablecido, se deja marchar simplemente porque no es como debería ser la persona perfecta.
  ¿Es esto un error? En parte sí, porque podría decirse que no se es fiel a lo que se quiere o desea en ese momento. Sin embargo, esos mensajes recibidos también forman nuestra personalidad y nuestra forma de ser, de modo que quizá no solo se trata de mensajes recibidos desde fuera, sino de un pensamiento que ya se ha adquirido como propio.

  Si esa es la situación, puede que ni siquiera nos demos cuenta de que se está tomando una decisión en base a algo externo. Pero en muchas ocasiones, nos encontramos con un conflicto interno muy grande con dos partes claramente enfrentadas. Por un lado, queremos mantenernos leales a la familia y a lo que ésta establece (quién es una buena pareja); por el otro, surge el compromiso potencial hacia alguien que despierta interés. Cada una de estas partes son los extremos de una cuerda, y yo soy el nudo que los une.

  Este nudo, a veces es literal: un nudo en la garganta que no podemos deshacer; un nudo en el estómago que nos corta el apetito; un nudo en la cabeza que nos duele y nos aprieta. Porque a veces el cuerpo se da cuenta antes que nadie de que algo pasa y habla de nuestra parte. Y aunque sea difícil, hemos de escucharlo para saber cuál es el siguiente paso... El cual, en ocasiones, puede ser pedir ayuda a otros para deshacerlo.

“El comer y el casar han de ser a gusto propio, y no a voluntad ajena”.
Miguel de Cervantes (1547-1616), autor español

lunes, 31 de octubre de 2016

El primer amor

  Comerse el mundo. Sentir adrenalina en estado puro. Crecer. Cómo será tu vida, cómo la imaginas. Diseñarla según lo que sientes. Ignorar los grises: hay blanco y negro, pero no hay medias tintas. Soñar. Y sentir, sobre todo sentir. Sentir todo al 200%. Las lágrimas son más acuosas, las risas más sonoras y los abrazos abarcan más. Eso es la adolescencia.

  Y como no sentimos nunca tanto como cuando somos adolescentes, probablemente no querremos igual en ningún momento de nuestra vida. Pero, ¿significa eso que lo que viene no es bueno?
  
  Puede decirse que no hay nada como el primer amor. La búsqueda de su mirada, los garabatos, fantasear con el futuro juntos... Es sentir mariposas en el estómago pero en su máxima expresión, sin espacio para nada más. Y además, el primer amor no siempre acaba en una relación. Puede ser ese amor platónico de la adolescencia, ese deseo sin cabeza. Pero no, eso no significa que los amores siguientes (y sobre todo, el último) no sean buenos. Porque como la mayoría de las cosas en esta vida, no se trata de la cantidad sino de la calidad. Y en el amor, tan intangible, abstracto e inmaterial, cómo nos quieren es lo que hace que elijamos quedarnos.

  Nos aterra sentir que queremos también con la cabeza (ojo... también, que por supuesto no podemos dejarnos las emociones en el maletero). Pero en realidad, es el primer amor el que nos enseña a hacerlo: nos da mayor conciencia de lo que queremos y de lo que no queremos.  

  Todos nos beneficiamos de las experiencias vividas anteriormente para que las siguientes veces nos salga mejor. Y con el amor no va a ser menos. El primer sorbo siempre es el más grande, el que más se ansía y el que bebemos con más ganas... Pero nunca es el que nos quita la sed.
  

“Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor.”
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), escritor y aviador francés

jueves, 27 de octubre de 2016

"Nada cambia si no cambias nada"

  El cambio puede ser aterrador. ¿Saldrá bien esto que quiero? ¿Y qué pasará después? Porque siempre hay un precio que debemos pagar por ese cambio, y no siempre se tiene la seguridad de querer (o poder pagarlo). Sobre todo cuando implica perder algo o alguien a quien se quiere. Y, a veces, en las relaciones también hay algo que cambiar.

  Sin embargo, esa incertidumbre y la falta de certeza sobre cómo saldrán las cosas dan tanto miedo, que preferimos quedarnos en la llamada zona de confort. Yo suelo traducir esta zona de confort con un "más vale malo conocido que bueno por conocer" (el refranero español, que es muy sabio). Y utilizo esta expresión a propósito, porque nos deja muy claro que lo que se está eligiendo, no es todo lo bueno que debería ser.

  Cuando hablo de cambios en una pareja, no me refiero necesariamente a una ruptura. Sin duda, es el mayor de los cambios al que se puede enfrentar una relación, pero hay muchas cosas que podrían cambiarse para sentirse mejor dentro de la misma y, por lo tanto, para que sume más. Podemos, por lo tanto, entender el cambio como una evolución de la relación. Porque si las circunstancias han cambiado, la pareja no puede mantenerse como hasta ese momento. O porque lo que antes se aceptaba ha dejado de merecer la pena y hay que poner en marcha otras cosas que puedan funcionar mejor y que por lo tanto impliquen una mayor felicidad... Incluso si esa felicidad implica a veces el fin de la relación.

  Lo peor de todo es cuando no se tiene claro cuál es el cambio que debemos hacer. Cuando se sabe lo que se necesita, lo único que hay que añadir es el último empujón, el momento que nos hace dar el salto hacia lo bueno por conocer. Pero por el contrario, si lo único que se sabe es que lo que se está viviendo es lo malo conocido, es cuando parece que solamente hay una alternativa y es terminar con ello de raíz, aun cuando no se quiere. 

  Por eso debemos darle al cambio un significado positivo, de que también se logra algo cuando se hacen las cosas de diferente manera. Porque al otro lado de la zona de confort, también pasas cosas buenas. ¿Y lo mejor? Que lo nuevo, aquello que sale mejor y que hace más feliz (sea con o sin la pareja), también podrá llegar a ser zona de confort. 

“El cambio ocurre cuando el dolor de permanecer igual es mayor que el dolor de cambiar”.
Tony Robbins(1960), autor y orador motivacional estadounidense

miércoles, 13 de abril de 2016

Todo empieza con un primer beso

  Hay muchos primeros besos. El primero de todos; el primer beso como pareja oficial; el primer beso con el que sentisteis mariposas en el estómago; el primero ya casados; el primero después de aquella conversación que tanto marcó la relación... Sea como sea, llegue cuando llegue, no importa. Se quedará grabado en la memoria. Y es que "no hay nada como el primer beso", que decía aquella película de P. Segal.

  Hoy es el Día Internacional del Beso y, aunque ya hace un año comentamos lo importante que es besarse a diario, hoy quería hacer especial hincapié en el primero de muchos. Es la casilla de salida, el momento en que empezamos a recorrer el camino junto a otra persona (un trayecto que seguirá repleto de nuevos besos).
  
  Ese primer beso, ya ha sido creado e imaginado durante un tiempo antes. Por eso no sabe sólo a amor; sabe también a nervios, a novedad, a ganas y a locura. Y precisamente por eso lo recordamos como inolvidable y perfecto... ¿o no? 

  ¿Quizá no cumplió las expectativas? ¿No fue ese beso de película tan esperado? ¿Sabe ese primer beso a veces a decepción?

  Es posible que ese primer beso decepcione: puede que los besos llegaran antes que los sentimientos, que el lugar no fuera precioso, que el momento no fuese el mejor o que no se supiera cómo responderlo porque no era lo que se esperaba. ¿Lo bueno? Que ese primer beso no es el definitivo. Para empezar, porque hasta en las mejores películas hace falta más de una toma y varias cámaras para captar esa perfección. Y además, porque los besos se mejoran, se forjan día a día y se pueden añadir muchos sabores con el paso del tiempo.

  Dejan de saber a novedad y empieza a saber a conocimiento del otro; ya no van con los nervios del principio, sino cargados de los sueños, las esperanzas y las metas que vais construyendo en común. Porque aunque el primero sea la casilla de salida, la partida no ha hecho más que empezar. Y la partida siempre es mucho más divertida a medida que avanza el juego. 

  Los besos son importantes, nos dicen mucho del otro, de cómo somos cada uno cuando estamos en su compañía y de cómo nos estamos relacionando. Y como toda cosa importante, también hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. ¡Besémonos a diario! Realmente, muchos besos pueden ser mejores que el primero.

“Cada beso llama a otro beso. ¡Con qué naturalidad nacen los besos en esos tiempos primeros del amor!”.
Marcel Proust (1871-1922), novelista francés

domingo, 14 de febrero de 2016

¿San Valentín lo ha "inventao" el Corte Inglés?

  No. No lo han inventado ellos (ni Bloomingdale's, tampoco). ¿Conocéis la historia? Entre muchas teorías, parece que el sacerdote Valentín fue un mártir que fue ejecutado por no renunciar al cristianismo y por haber casado a soldados durante una época en la que estaba prohibido. ¿Qué mejor regalo que asegurarte de pasar el resto de tu vida con la persona amada?

  Pero hoy en día, cuando hablamos de regalos no pensamos precisamente en ese regalo del compromiso. Es por eso que muchas personas se han decantado por estar en contra del día de hoy, porque parece haberse centrado en la parte consumista y capitalista (demasiado ñoña, incluso), en lugar de pensar en el compromiso y el afecto que une las parejas. Pero os invito a no cerraros en banda contra San Valentín. Porque en realidad, días así hacen falta. Y no necesita de grandes cosas para ser importante.

  San Valentín es una de esas cosas que hay que negociar. En una relación, hay muchas decisiones que se tienen que tomar juntos, muchas cosas que deben ser negociadas y que surgen en base a un acuerdo de las dos partes: ¿Nos vamos a regalar algo? ¿Nos vamos a reservar esa noche para cenar? ¿Lo dejamos para otro momento? ¿Es una fecha que uno de los dos desde hace años celebra con familiares o amistades? Lejos de quitarle la magia a este día, negociar y hablar de lo que San Valentín supone para una pareja, evitará algún que otro disgusto. 

  Celebrar algo nos invita, de alguna manera, a echar la vista atrás: todo lo que hemos vivido juntos, el camino que se ha recorrido, el tiempo. Y siempre, siempre, es mejor echar ese vistazo atrás brindando con otro.

  Y celebrar no tiene por qué ser el 14 de febrero. Tenéis 365 días al año (e incluso uno extra en años como éste), para recordar el cariño que os tenéis: el día que os conocisteis, la fecha de vuestra boda, la vez que os reconciliasteis tras una ruptura, el viaje en que os disteis cuenta de lo mucho que sentíais el uno por el otro...

  Celebrar San Valentín puede ser algo bonito y constructivo, entendido como una fecha en que nos reservamos un ratito (una vez más, en ese rincón que dio nombre a este blog) para estar juntos, para dedicarnos tiempo, para cuidarnos.  Igual que cada año celebramos momentos en la Historia que ocurrieron hace cientos de años, la cuestión es no olvidar la importancia de los días de vuestra historia.
  
“Y los 14 de febrero enviarte mil flores, un detalle espero valores.
Te regalo, Carlos Baute (2009)