martes, 1 de diciembre de 2015

Día Mundial de la Lucha contra el SIDA

  "El virus que navega en el amor avanza soltando velas, aplastando las defensas por tus venas". Así describía Mecano (post a post voy delatando mi devoción por sus letras) la entrada del SIDA en la movida madrileña de los 80.

  Todavía hoy sigue habiendo incógnitas, prejuicios y mucha investigación por hacer para conseguir erradicarlo o aprender a vencerlo. Pero no se nos puede olvidar el aspecto más relacional de las personas contagiadas: no sólo ellos, sino también sus familias, sufren de una forma u otra las consecuencias de VIH. Sobre todo dentro de la pareja, pues al tratarse de una enfermedad de transmisión sexual, las relaciones sentimentales se ven altamente condicionadas.

  Cuando la presencia del virus es una información que se conocía de antemano, la relación se ha construido sobre esta noticia y conocimiento; sin embargo, si se trata de un diagnóstico repentino, surge la duda: ¿cómo y cuándo ha llegado? Pero en cualquier caso, el miedo al contagio se convierte en un protagonista directo dentro de la relación. Se trata de uno de los aspectos más destacados entre las personas de alrededor del paciente con SIDA y por eso lo suelen ocultar, para no recibir el rechazo de quienes más quieren.

  Pero mayor que el miedo al contagio es el miedo a la muerte, que se percibe tan cerca. Pueden enfrentarse a momentos de tristeza, a picos de ansiedad; pero la mayor parte del tiempo está presente el duelo por la pérdida, incluso desde antes de la pérdida. La información que tenemos del SIDA nos hace esperar el final ya desde el principio, se vive como una crónica de una muerte anunciada y esto complica la relación: parece imposible que podamos disfrutar, y el sufrimiento por la situación vivida se impone casi de forma permanente y resiente la relación.

  Se trata de un obstáculo muy difícil de sortear y puede que incluso haya que recurrir a ayudas y apoyos. Pero cuando una pareja tiene clara su intención por seguir juntos, puede sobrevivir al VIH.

  Porque, al fin y al cabo, este virus no afecta a la capacidad emocional y se puede seguir queriendo bien.
  
“Que es tu risa, no tu sangre, quien contagia de alegría las esquinas, los rincones de mi vida. Que eres tú, que no es tu sangre, quien invade de felicidad mis días.
Comiéndote a besos, Rozalén (2013)

No hay comentarios:

Publicar un comentario